PIANOS DE LA CIUDAD
PIANOS
DE LA CIUDAD
Cuando uno hace
sonar un piano en el interior de una casa hay una emoción
inexplicable, un sonido único, una resonancia magnífica. Tengo uno
con una historia que supongo similar a la de otros: mis abuelos se lo
compraron a mi padre hará cosa de setenta y cinco años, un modesto
pero hermoso piano vertical negro de marca alemana (Rozenkranz). En
realidad mi padre nunca estudió. Solamente se sentaba y de oído
tocaba lo que podía. Cuando mi padre se casó, el piano se quedó
ahí como adorno de la sala. En mi adolescencia insistí en que lo
quería y mi abuela, a regañadientes, me lo cedió. Vino desde la
ciudad de México hasta Guadalajara en una mudanza. En ese piano
estudié yo y luego mi hermano. Cuando me casé cargué con él y mi
hija tomó algunas lecciones también. Pero por razones diversas el
piano se fue quedando abandonado durante años, el deterioro por el
clima y el desuso se hicieron evidentes hasta hace poco tiempo cuando
decidí darle nueva vida. Ya un experto lo había desahuciado tiempo
atrás, pero otro que encontré me dio esperanzas y se encerró con
él en su taller hasta que lo hizo sonar razonablemente.
Y es que los pianos
son, ahora lo sé, seres vivos que necesitan cariño y uso constante
para no desfallecer. Por fuera, uno solamente mira un mueble con
teclas blancas y negras, pero en su interior hay un complejo
mecanismo de martillos, cuerdas y clavijas que hay que mantener en
buen estado.
Me contaba la
difunta maestra Carmen Peredo que hubo un tiempo en Guadalajara
cuando a todas las niñas de clase media para arriba las mandaban a
tomar clases de piano. Era bien visto y en muchas casas había
pianos como parte del mobiliario indispensable, aunque a veces más
como un adorno. Hoy los espacios y los precios han alejado,
tristemente, a los pianos de las casas.
Pero los pianos no
suenan solamente en la intimidad de un hogar, los hay en muchas
partes y suelen contribuir al regocijo colectivo.
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Hace unas semanas
caí en uno de los lugares emblemáticos de la ciudad: la cantina La
Fuente. Era martes, por lo que había pocos parroquianos. A
pesar de que el lugar suele ser ruidoso aún con poca gente, pude oir
con atención a un pianista que desde hace años toca ahí. Otras
veces lo he escuchado competir con el fragor de los cantantes
espontáneos que al calor de las copas entonan con enjundia el
repertorio habitual del desamor. Ahora nadie cantaba y disfruté de
piezas conocidas interpretadas con elegancia y buen gusto. Pepe
Lozano es un pianista de los que merecen ser escuchados en la ciudad.
No es el único pianista de excepción: ahí, en La Fuente,
también toca Samuel Aceves y está Silvino Loza, quien trabajaba en
El Molachos, cantina cerrada hace poco.
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Al escuchar a Pepe
la mente me llevó a otros sitios: recordé aquella canción del
grecofrancés Georges Moustakis en la que anhelaba convertirse en
pianista de bar en París, Nueva York o Berlín. Cantaba de manera
festiva, en inglés, como enmedio de una gran borrachera: I wanna
be a piano player in a piano bar.
Algo de seductor tiene que haber, además de la paga, en el hecho de
complacer cada noche a quienes asisten a los bares citadinos de ese
tipo.
George Moustaki
Recordé
también al neoyorquino Billy Joel, quien antes de la fama fue
pianista de bar, como lo rememora en Piano Man:
propina de por medio, tocaba lo que le pedían, toleraba a los
imprudentes y a veces se daba gusto interpretando lo suyo . Y ya
encarrerado recordé a los Fabulous Baker Boys: en
aquella película, Jeff Bridges, en su papel de pianista de centro
nocturno, acompañaba a la espectacular Michelle Pfeiffer quien,
trepada sobre la tapa del piano de cola y enfundada en un vestido
rojo, cantaba Making Whoopee.
Inolvidable.
Jeff Bridges y Michelle Pfeiffer
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En
mi ciudad, Guadalajara, hay buenos pianistas como seguramente los hay
en todas las grandes ciudades. Varios de ellos están habituados a
tocar en bares y restaurantes, solos o con grupo, con pianos
acústicos o electrónicos. El público no siempre los atiende como
merece su talento, pero ellos no se rajan. Igual que Pepe, el de La
Fuente, hay otros de toque memorable y recursos musicales
extensos: Willy Zavala, Omar Ramírez, Beto Rivera, Patricia Reyes -Pilla-,
Christian Jiménez... por mencionar a unos pocos a quienes hay que
oir.
Christian Jiménez y Willy Zavala
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