PIANOS DE LA CIUDAD
PIANOS DE LA CIUDAD Cuando uno hace sonar un piano en el interior de una casa hay una emoción inexplicable, un sonido único, una resonancia magnífica. Tengo uno con una historia que supongo similar a la de otros: mis abuelos se lo compraron a mi padre hará cosa de setenta y cinco años, un modesto pero hermoso piano vertical negro de marca alemana (Rozenkranz). En realidad mi padre nunca estudió. Solamente se sentaba y de oído tocaba lo que podía. Cuando mi padre se casó, el piano se quedó ahí como adorno de la sala. En mi adolescencia insistí en que lo quería y mi abuela, a regañadientes, me lo cedió. Vino desde la ciudad de México hasta Guadalajara en una mudanza. En ese piano estudié yo y luego mi hermano. Cuando me casé cargué con él y mi hija tomó algunas lecciones también. Pero por razones diversas el piano se fue quedando abandonado durante años, el deterioro por el clima y el desuso se hicieron evidentes hasta hace poco tiempo cuando decidí darle nueva vida. Ya un